Todo comenzó cuando a un joven sin mucho
dinero le regalaron un Nintendo 64. El joven, que quería juegos pero no
tenía la billetera gorda, decidió que una buena opción era comprar
cartuchos usados. Y estaba de suerte porque justo al día siguiente de
que le regalaran la consola, un anciano abrió una venta de garaje en la
cual, entre muebles, lámparas, utensilios de carpintería y otros objetos
innecesarios, gritaba su presencia un pequeño cartucho de Majora’s Mask
(un juego de la saga The Legend of Zelda).
En cuanto al viejo que vendía el
juego…bueno, digamos que su apariencia no le inspiraba demasiada
confianza al muchacho: había algo un tanto raro y siniestro en su
rostro, en algunos de sus gestos y sobre todo en la mirada perdida en el
infinito de sus pequeños ojos negros… A pesar de eso, después de
preguntar si funcionaba el chico se arriesgó a comprarle el viejo
cartucho —ya un poco desgastado, negro y con el nombre “Majora” escrito
con marcador rojo-sangre permanente— al anciano. No le preocupó la rara
apariencia del juego: pensó que aquello se debía a excentricidades de su
antiguo dueño que… ¿quién sabe?… a lo mejor era uno de esos góticos
extravagantes… Así, el chico se lleva el cartucho sin sospechar que
aquello sería el inicio de una larga pesadilla.
Cuando el chico encendió el juego, se
dio cuenta de que debía tratarse de una versión beta porque habían
pequeños errores en las texturas: nada grave, fuera de eso todo parecía
estar bien. Aparte había un archivo bastante avanzado (aunque no
acabado) bajo el nombre de “Ben” pero el chico quería comenzar desde
cero así que creó un archivo propio en que bautizó a su personaje como
“Link”.
Al empezar a jugar creyó que todo sería
normal hasta que, habiendo ya avanzado en la historia, se percató que en
definitiva la programación del juego hacía que, sin explicación alguna o
patrón lógico perceptible, unas veces apareciera el nombre de “Ben” y
otras el de “Link”. El chico, que sabía algo de informática, pensó que
aquello se debía a algún extraño bug[1]
y optó por borrar el archivo de Ben a ver si así acababa el problema.
Sucedió justo lo contrario: empezaron a pasar cosas aún más raras,
escalofriantes en algunos casos. Comenzó a salir la música al revés, a
aparecer diálogos muy extraños, a ocurrir cosas ajenas a la trama normal
del juego, a surgir glitches[2], risas macabras de fondo, etc. Y todo eso repitiéndose, volviendo una y otra vez…
Mas lo peor de todo vino cuando el juego
se reseteó solo y creó un archivo llamado “Drowned” (‘ahogado’ en
español). Fue allí que Skull Kid (el antagonista principal del juego) se
le empezó a aparecer todo el tiempo, asesinándolo de forma instantánea
cada vez que aparecía; fue a partir de eso que Link empezó a aparecer
contorsionado en posiciones igual o más demoníacas que las que salen en
el film El Exorcista. Incluso Link llegó a aparecer de forma tétrica
como un zora que moría ahogado (cuando los zoras pueden respirar bajo el
agua…).
Todo lo anterior resultó perturbador y a
veces aterrador para el chico que adquirió aquel maldito cartucho.
Pensó en dejarlo, quiso dejarlo pero no pudo porque la curiosidad y la
fascinación lo anclaban ante aquellas visiones siniestras que desfilaban
por la pantalla. Disfrutaba y a la vez sentía la angustia de la
perturbación viendo como el nombre de “Ben” volvía una y otra vez junto a
Skull Kid que, entre horrendas risas de fondo y música invertida, lo
asesinaba sin piedad.
“Afortunadamente” el chico llegó a un
punto en que ya no aguantó más y decidió ir a ver al anciano para que le
diga quién era ese tal Ben. Pero el viejo no estaba, había desaparecido
junto a las respuestas que de él podía obtener. Desesperado, fue a
averiguar entre los vecinos a ver si alguien sabía dónde había ido el
viejo y si en efecto vivía donde él creía que vivía. Y sí, vivía en la
casa del garaje y, según le dijeron, era un tipo muy raro y algo
ermitaño, un hombre al que rara vez se lo veía pues casi nunca salía de
casa. Desgraciadamente había salido justo cuando él lo había ido a
buscar pero, lejos de esperar a que vuelva, se dejó llevar por la
ansiedad y preguntó por Ben. La respuesta que recibió le heló la médula:
le dijeron que Ben era un muchacho que vivía en la casa en que ahora
vive el anciano y que, hace ocho años, Ben tuvo un horrible accidente en
el que…murió ahogado…
Se dice que el chico de la historia que
les he contado aún vive con el temor en la sangre, que nunca más volvió a
jugar Majora’s Mask, que tiene miedo de meterse al mar, que a veces
sueña con que Skull Kid lo asesina y que vendió el cartucho a alguien
que pidió reservar su identidad en secreto…Vaya Dios a saber quién será
el portador del cartucho maldito y cuántos locos (incluyendo el que les
ha contado la historia) darían una buena cantidad de dinero por el
cartucho negro de las letras rojas. En todo caso, les dejo los vídeos
que se han filtrado sobre algunas de las cosas que se ven en el cartucho
maldito de Majora’s Mask:
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